sábado, 27 de agosto de 2011

Hacer puzzles para solucionar problemas

El Beso, Gustav Klimt (detalle)
Entre los muchos temas que he dejado en un cajón este invierno, el tema de ‘comparar la vida con un puzzle’ ha sido uno de ellos. Ya hice una metáfora entre encontrar a la persona que encaje en nuestras vidas, como encajan las piezas de un puzzle. Desde que era niña, ha sido uno de mis juegos favoritos y todavía lo es ahora, siendo uno de mis hobbies. El más grande que he hecho ha sido uno de 2000 piezas (ya enmarcado y el preferido de todos los que pueden contemplar esta imagen, en el cabezal de mi cama). Ahora mismo estoy acabando El beso, de Gustav Klimt , aunque he de decir que 'El abrazo', dentro de El árbol de la vida, me inspira más ternura. Siempre compro puzzles de obras de arte o de algún paisaje que me transmita belleza (como un faro con las olas rompiendo en él). Y en este sentido, soy tan exigente que no puedo hacer ninguno si no me gusta lo que estoy viendo mientras va cogiendo forma. 
Cuando me ven muy concentrada con una pieza en la mano intentando averiguar dónde va, me dicen que no sabrían ni por donde empezar y que cómo los puedo hacer tan rápidamente. Sin ser consciente, he estado elaborando una especie de paralelismo entre el hecho de hacer puzzles y como afrontar los problemas de la vida. Digo problemas, aunque también podría decir, las crisis, las preocupaciones, la complejidad de la vida, ya que en el fondo, no es sino la suma de diferentes partes. Como lo es un puzzle en el que cada pieza cuenta para que se vea completado y la correcta disposición de ellas, es lo más importante.
Primero me hago una idea del puzzle y de las diferentes partes que lo componen, viéndolo separadamente y a la vez, como un todo. Después, separo las piezas por colores y las que conforman el marco del puzzle. Según los colores que hay, vuelvo a hacer una separación a medida que voy haciendo el puzzle, por matices de un mismo color (una parte bastante importante, por lo menos para mi). Una vez hecha esta separación, empiezo por la parte del dibujo que me parece más definida, hasta las más complicadas. Según la medida o lo complicada que sea la imagen, voy haciendo partes separadamente, que después encajo.
No acostumbro a mirar el dibujo, a no ser que dude mucho, así que me dejo guiar por los matices de color y por dónde intuyo que ha de ir la pieza. Cuando ya lo tengo avanzado, me fijo en la forma de las que ya tengo puestas y busco entre las que quedan por colocar, la que puede encajar. Si en algún momento me quedo encallada en alguna pieza, opto por girar el puzzle y verlo desde otra perspectiva. Es algo que he aprendido a hacer con el tiempo y el resultado es que los acabo mucho antes, en comparación de cuando sólo me empeñaba durante días y días a aquella parte del puzzle, siempre viéndolo desde una misma perspectiva.
Un hecho curioso es cuando una pieza parece que encaja perfectamente y no es hasta que tengo el puzzle muy avanzado que me doy cuenta de que en realidad, va en otra parte. La delimitación del marco no solo no me es necesaria para hacer el contenido, sino que siempre ha sido la última parte que he hecho.
Afortunadamente o no, los problemas de la vida son mucho más ricos y complejos que unos cuantos pedacitos de cartón dispuestos graciosamente. Aunque, en ambos casos, sea para obtener algo bonito!

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